domingo, 22 de noviembre de 2015

Cosas de Casa...



Cosas de Casa...

Sabes que desde hace años no nos llevamos bien.
Hace mucho que vemos las cosas desde ángulos diferentes.
Llevo tiempo intentando advertirte de las consecuencias de hacer o no hacer determinadas cosas.
Pero no he tenido mucho éxito, de hecho, he tenido que observar impotente, como poco a poco, te metías en un pozo muy profundo, sin poder o sin saber, como ayudarte.
Y lo que es peor para mí, sin entenderte, sin comprenderte.




Sin entender que hemos vivido cosas que nos han condicionado mucho, sin entender que esas ganas de avanzar "desmesuradas", eran fruto de algunas carencias, fruto de querer sobresalir, de querer superar algunos traumas, por querer superar etapas lejanas de la vida, y también, porque no decirlo, por la falsa sensación de que "eso" te convertiría en una persona de éxito y no volverías nunca al pasado.

Y cómo no te entendía, era frustrante, y por esa frustración, era duro contigo, muy duro. Intentando razonar, apoyándome en la lógica, en lo coherente. Sin darme cuenta de que estabas rota por dentro, rota ya en pleno éxtasis económico, laboral y social, y por supuesto, rota antes de arruinarte.

Y en mi afán de ayudarte, te atacaba, te humillaba buscando que reaccionaras, buscando que saliera esa mujer luchadora, esa hembra desafiante que plantara cara a su nuevo destino. 

Y de nuevo me frustraba, porque no había reacción, no había respuesta, tan solo estabas sobreviviendo, tan solo dormías, comías y bebías. Intentando evadirte de una realidad incómoda, una triste y dura realidad. 

Pero incluso en esas circunstancias, a pesar de que estabas casi ausente, había una pequeña luz dentro de tí, pequeñita, como la que emite un soldador diminuto, ese rescoldo, ese pequeño soldador, estaba realizando la tarea mas importante de tu vida, estaba recomponiendo poco a poco tu ser, estaba soldando lentamente los trozos de ti que se habían roto. 

Fue una tarea muy larga de meses, de años. Y yo no fui capaz de verlo, por eso me enfadaba contigo. Solo veía a una persona sin ganas de nada, solo sobreviviendo, casi como un vegetal. Y sentía rabia hacia a tí, sentía resentimiento por todo lo que nos estabas haciendo vivir. Ciertamente, no supe estar a la altura, no supe aliviarte ni apoyarte en ese momento, fue mucho después, cuando sin saberlo, de la forma mas ingenua, con un gesto, con un pequeño préstamo de 100€, empezaste a resurgir, un resurgir que llevaba tiempo gestándose, pero que yo no había percibido  hasta ese momento.
Y a partir de ahí, con todos los pedacitos soldados, has empezado a reconstruir tu vida, aferrándote a vivir, aferrándote a las personas, aferrándote a las pequeñas victorias, hasta que despacio estás volviendo a ser tu misma, para lo bueno y para lo malo, mas madura, mas sabia, pero tú misma al fin y al cabo.
Y es ahora cuando me he dado cuenta de todo eso, de ese proceso que has vivido, y del que yo no he sido del todo consciente. Así que solo puedo decirte que lo siento, y que me siento orgulloso de tu resurgir de las cenizas cual Ave Fenix.
Me siento orgulloso de ti.